A un año de uno de los sucesos más importantes de mi vida, recapacitar de ellos y el transcurso de eventos que trajo consigo; es progresar, aprender, madurar, superarse, una ecléctica idea de constancia.
Sí, es irónico, a veces cuando el dolor es muy fuerte es cuando más duro te vuelves; cuando le das más importancia a las cosas que te rodean; aprendes a amar lo que tienes al alcance y no lo apreciabes como tal. Sí, mi padre murió hace un año. Un año lleno de superaciones, de sorpresas y de todo.
¿Quién fue mi papá? Cualquiera que lo haya conocido diría que una persona excelente y responsable, centrada e ideológa. Visto desde los ojos de un hijo, lo mejor que podría pedir.
Sí, es lo que cualquiera podría decir de su padre, es universalidad propia y mística que nos envuelve en una serie de sentimientos propios del lazo familiar, el ciclo familiar y la integridad familiar; pero en mi caso así lo es; jamás faltó a sus responsabilidades, me educó como lo que soy y lo que seré (claro, no dejemos atrás a mi mamá), mi gusto por la lectura se lo debo, mi capacidad analítica por igual... en otras palabras soy muy parecido a él. No es que quiera serlo, sino que lo soy por naturaleza.
Pasa un año, un año es mucho tiempo.... pero a la vez es poco. No es posible olvidar una imagen conocida, y mucho menos a un ser querido. Su recuerdo y sus acciones siempre estarán ahí, guiándonos, siguiéndonos y observándonos... pero tampoco hay que olvidar que existe un futuro por delante de tí y no podemos quedarnos viviendo en el pasado.
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