09 junio 2012

De las muertes de Bradbury y Fuentes

A pesar de que a ciencia ficción es uno de mis temas favoritos en cuanto a posibles lecturas, tampoco es tanto lo que leo de esta temática. Debo decir que a Bradbury lo conocí, no por Farenheit 451, sino por una colección de cuentos negros titulado Memoria de Crímenes que teníamos en la casa y que mi papá me recomendó leer; recuerdo que decía sobre el relato del bebé asesino: "Éste pinche Bradbury está loco". Así fue como comencé a leer los relatos encontrándome con una narrativa que poco había leído: rápida, increíble e imaginativa y sorprendente adictiva. Así meses después, o años quizá, leí el de los bomberos incendiarios y los libros que me sorprendió por esa distopía donde, una de las cosas que más aprecio, era destruida y la televisión controlaba todo (cualquier parecido con la realidad es "mera" coincidencia). No puedo decir que he leído mucho de él, algunos libros que por alguna razón me han marcado: su conciencia del mundo. QEPD
Otro que se murió fue Carlos Fuentes. Dicen, una de las grandes joyas de la literatura mexicana, a principios de mes falleció. Con Fuentes grandes ambivalencias en su escribir. Por un lado me sorprende con novelas como Aura o La Cabeza de la Hidra y otros llenos de ambivalencia en su pensar como Las buenas conciencias (aunque ahora, algunos años después la miro un poco diferente) o los cuentos de Los misterios de la Opera. Siempre eterno candidato al Nobel (como en su tiempo lo fue Vargas Llosa), nos dejó una larga historia que debe de ser releído (o leído) en gran parte.