01 noviembre 2010

Malasuerte en Tijuana

La gran mayoría de las veces los libros que leo me atrapan de una forma rápida. Libros en los que no puedo dejar de leer la historia que me tiene completamente metido en la misma. Me ha pasado un sin fin de veces con todo tipo de autores: desde el maestro Benedetti con Primavera con esquina rota (sólo por mencionar alguno de mi favorito autor) hasta Adios, Muñeca de Raymond Chandler, pasando por una gran etcétera de autores (Martín Solares con Los Minutos negros, Taibo I, Taibo II, Juan Hernández Luna, F. G. Hagenbeck, Julio Cortazar, García Márquez, Armado Vega Gil, BEF, Robert E. Howard, Lovecraft, Terry Pratcett, Neil Gayman...).
Y sin duda éste autor tiene todo el tipo de escritura que me fascina: rápidez, humor negro, gran narrativa, dialoguista, conciso... su nombre: Hilario Peña.
La novela como tal se titula Malasuerte en Tijuana y nos narra una historia de un sinaloense llamado Tomás que vive en una vulcanizadora en su pueblo. Cansado de los abusos que le han tocado por ser un pelirrojo (cosa rara en México y sobre todo en un pueblo) le achacan la mala suerte que su familia tiene (eso de no vender ni un solo par de huaraches a las cinco y media de la mañana...) y por el cual el mote de Malasuerte. Noble en lo que cabe, un día harto de ser maltratado decide cobrar venganza y al más puro estilo de Pedro Infante se dirige a la casa de Sandy, la hija del mafioso del pueblo y patrón de su tio (de Tomás) el Canelo, de la que está enamorado. Logra colarse y se encamina a su cuarto donde la sorprende y la besa a la fuerza donde se sorprende de que ella le corresponda.
Pero sucede algo y los descubren con lo que Malasuerte huye de la casa de Sandy con la promesa de buscarla, pero matándo en su huida al hermano y primos de la chica. Huye al norte a Mexicali y después a Tijuana donde encontrará su verdadera vocación: un pseudo detective.
La historia rápida, graciosa muy leíble y bastante llena de cosas ya comunes en el imaginario social y con excelso humor negro hacen que te la quieras leer de corridito.
Me gustó tanto que ya compré la continuación: El infierno puede esperar.

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