Cómo decía, fue cuando tenía como 12 años, mi hermana pequeña (Irlanda) estaba muy pequeña. Caminamos por el mercado y llegamos a la parte de atrás donde están los animales: gallos, gallinas, patos, etc. (recuerdo que mi mamá compró una vez un camaleón ahí, no sé que le paso al pobre). Caminamos y estábamos a punto de irnos cuando pasamos frente a un local donde tenían a dos perritos bebés en un almoadón rojo dormidos, eran extremadamente pequeños. Los ví y me gustaron mucho, a Brisa, mi otra hermana también le gustaron y le dijimos a mi papá si nos lo compraba.
No quería, pero al final nos compró uno. Nos dijeron que era cocker y de pequeño parecía.
Ya saben, lo más dificil ponerle el nombre; mi papá sugirió que le pusieramos Doster, como un carro que había muchos años ya (el Duster, en la imagen se ve el Duster 340 de 1971 (bendito google)) y así se quedó. Al principio vivió con nosotros en la casa, era pequeño y siempre lo traíamos cargando. Después fue creciendo y mi madre como siempre respecto a los animales (y siempre el poco cuidado que les hemos tenido, la verdad) se lo llevó al trabajo donde había más espacio para un cachorro (me sonó a Disney...)
Así, el pequeño perrito creció, de Cocker le quedaron los remanentes del tamaño pequeño y las orejas caidas. Era muy listo, aprendió a andar en la calle, en el tianguis. Nos reconocía desde varias cuadras atrás, en la camioneta o en el coche. Se alegraba al vernos.
Era aventurero, caminaba cuadras y cuadras; se perdía por días. Una vez regresó herido, parecía como si le hubieran dado un machetazo en la cabeza y todos creíamos que se iba a morir porque se le veía el cerebro y no había como curarlo, sanguasaba (osea, sanguasa). Se recuperó completamente, cómo nadie sabe la verdad. Otras veces andaba cojo por las peleas que se aventaba, o con rasguños y mordidas. Era solitario, eso es claro; le gustaba que lo acariciara en la cabeza, en las orejas. Odiaba que le acariciaran la panza y el lomo, te triaba la mordida fuera quie fuera que se la acariciara.
Antier me enteré por Irlanda que atropellaron a mi Doster, un camión del Tianguis de los sábados. Al principio no sentí nada, en cambio ella se puso a llorar y la consolé. Ayer que venía para el trabajo mi otra hermana me lo confirmó y me sentí triste por mi perro, me dieron ganas de llorar. Se murió y mi madre lo enterró en el trabajo, donde fue su territorio, el dueño de todo el lugar. A mi perro
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