Alguna vez me propuse leer a los ganadores del Premio Dashiell Hammett (galardón otrogado en la Semana Negra de Gijón al ganador de la mejor novela negra) y aunque he leído a algunos ganadores (Taibo II, Hernández Luna, Daniel Chavarría) siempre queda una larga larga lista por descubrir. En este caso, la novela escrita por el sinaloense Élmer Mendoza no ganó el citado premio aunque quedó como finalista y nos deja una gran novela en donde vemos que en México no adolescemos de espias al más puro estilo que del 007.
Elvis Alezcano, ex agente de la DFS (Dirección Federal de Seguridad) y torturador confeso de aquella época sucia, se dedica a recobrar autos robados cuando las aseguradoras no tienen ni la más remota idea del paradero de los mismos. Hijo de hippies amantes de la mariguana y de la ciudad San Francisco, Alezcano participó también como agente del imperio británico en la guerra de las Malvinas donde su participación tuvo grandes repercusiones para el lado vencedor. Ahora, es contactado por su exjefe, el Viejo, para solucionar un caso sobre un antiguo General argentino que está llevando en México el RUV (Registro Univo Vehicular) el cual parece ser un antiguo torturador en la época de los generales y que también está relacionado con un posible golpe militar al actual presidente argentino y lo que podría significar el regreso de los militares al poder.
Así, entre los grandes y rememorablemente irónicos pensamientos del Guitarra de Hendrix (nombre clave de Alezcano), viajes entre España y Argentina y los más inusuales agentes que le ayudarán, Elvis se verá involucrado en un problema internacional para ayudar a los gauchos contra del golpe de estado, salvar al heredero de la corona inglesa de la humillación pública, derrotar a unos terroristas islamistas con ayuda del Mosad e intentar recuperar a su vieja con ayuda de la virgen de Guadalupe.
Una excelente novela
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